¿Estamos al borde del colapso por culpa de la pandemia?, ¿hay algo de razón en los movimientos negacionistas sobre el COVID-19 o las personas que están en contra de las nuevas vacunas?, ¿los gobiernos nos esconden la verdad y tratan de controlarnos?
Muchos de nosotros creemos en alguno de los anteriores interrogantes, o al menos podemos pensar que podrían ser ciertos y nos hace generar cierta desconfianza y malestar emocional. Todos los anteriores ejemplos, son lo que se conoce como teorías de conspiración. Podemos definir dichas teorías como la creencia de que varios actores se unen en un acuerdo secreto para lograr un objetivo oculto que se percibe como ilegal o malévolo.
Las teorías de la conspiración no es algo nuevo, han ocurrido a lo largo de toda la historia humana. Las personas siempre han experimentado incertidumbre y miedo en respuesta a un posible peligro y cuando esto ocurre, asumen lo peor, aumentando los sentimientos de sospecha de las personas hacia grupos externos poderosos, diferentes o desconfiados. Dichas emociones negativas provocan procesos de creación de sentido, para poder experimentar una cierta ilusión de control.
Como un medio para hacer frente de manera efectiva a estos sentimientos aversivos, las personas se vuelven vigilantes ante las posibles actividades conspirativas de otros grupos poderosos y posiblemente hostiles, como pueden ser los gobiernos o las grandes empresas farmacéuticas. Tal vigilancia no es patológica: es un mecanismo de defensa natural que involucra procesos psicológicos totalmente normales.
Por lo tanto, las teorías de la conspiración son comunes y seguirán siéndolo en el futuro previsible. Sin embargo, el hecho de que algunas teorías de la conspiración sean comunes no las hace verdaderas o racionales.
¿Por qué nos ocurre esto? La respuesta nos la da la psicología.
Estos sentimientos sospechosos se pueden diseccionar en una gama de procesos psicológicos más específicos que caracterizan las teorías de la conspiración las teorías de la conspiración se basan en una distorsión de los procesos cognitivos comunes y funcionales, en particular, la percepción de patrones y la detección de agentes causantes.
Los seres humanos estamos diseñados para detectar constantemente en nuestro día a día patrones y agencia (responsabilidad o intencionalidad) en muchos de los sucesos cotidianos. Estas son propiedades altamente funcionales de la mente humana. Sin nuestra capacidad de percibir patrones, seríamos incapaces de distinguir lo bueno de lo malo, lo saludable de lo venenoso o lo seguro de lo peligroso. Por otro lado, si no pudiéramos detectar la agencia, las personas estaríamos socialmente indefensas, pues no sabríamos predecir y anticiparnos al comportamiento de los demás.
Sin embargo, los sentimientos de incertidumbre y miedo provocan una activación, y con frecuencia, una sobreactivación, de las tendencias humanas para percibir patrones y detectar agencia.
La percepción de patrones y la detección de agentes ayudan a las personas a descubrir la naturaleza de la amenaza y tomar las medidas adecuadas. Por lo tanto, una de las razones por las que las teorías de la conspiración están muy extendidas entre los ciudadanos comunes es porque involucran procesos cognitivos normales y, por lo demás, funcionales.
Los sentimientos de incertidumbre y miedo aumentan la tendencia humana a categorizar a las personas en «nosotros» frente a «ellos» y alimenta el conflicto entre grupos, por lo que es más tentador presentar explicaciones conspirativas que culpen a un miembro antagónico, como pueden ser los grupos de poder.
¿Cómo puedo evitar estar sobrevigilante y temeroso en los tiempos en los que vivimos?
Las personas que emplean un pensamiento superficial, tienden a aceptar la información parcial, aspecto que ofrecen las teorías de conspiración, pues dichas teorías suelen dar argumentos, que, en principio, parecen verídicos, plausibles y muy atractivos para ser aceptados.
Pero, sean las teorías de conspiración algo completamente normal, considero que la propia pandemia ya es un evento sumamente estresante para cualquiera de nosotros, como para estar preocupados y encadenados a creencias que hemos podido ver líneas atrás, que se forman cuando los seres humanos sienten miedo e incertidumbre, para tener cierta ilusión de control, y de paso, culpar de sus males a otros grupos.
A través de la terapia, podemos aumentar la sensación de control y empoderarnos, con psicoeducación, técnicas de relajación, pero, sobre todo, fomentando nuestro pensamiento analítico, pues está demostrado que dicha forma de pensar reduce la tendencia a creer en dichas teorías y vernos atrapados por sus efectos.
Si te sientes angustiado por la situación actual que vivimos, la psicoterapia puede ayudarte a liberarte de las creencias limitantes que nos causan las teorías conspiradoras pandémicas. No dudes en contactar y pide información sin compromiso.
Muy interesante esta visión y puede ayudar a mucha gente.
Muchas gracias Adrián. Al conocer el mecanismo por el que funciona y se crean este tipo de teorías, podemos estar más resguardados de sus efectos nocivos.
Un tema realmente necesario en estos tiempos de tanta incertidumbre, en lo de las supuestas conspiraciones conozco gente que piensa tal cual se describe en el texto, ante el miedo a lo desconocido buscamos algo a que agarrarnos para intentar sobrellevar dichos miedos.
Buenos días Rosa. Efectivamente, en momentos de crisis social, el ser humano se comporta predeciblemente y aparecen este tipo de teorías. Por lo tanto, es natural que el ser humano vea conspiración, pero no hay que llevarse por las emociones que provocan. Hay que realizar un análisis profundo de la situación. Entender, por ejemplo, que si las vacunas fueran dañinas, cientos de investigadores privados en todo el mundo lo habrían comprobado en sus laboratorios independientes, y esto no ha sido así.